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 Reflejos de Historia y tradiciones
NíjarHuebro

J. Calatrava

La trampa de las galeras de Nápoles a las gentes de Inox

“Guerras civiles de Granada” Gines Pérez Hita. año 1847

 

También en el mismo (día de la Candelaria) ocurrió que las galeras de Nápoles llegaron à la ciudad de Almería con muchos soldados, y don García, gobernador de la plaza, trató con el general de las  galeras, que se llamaba don Pedro de Leiva, que con ellas hiciera alto y muestra en aquella playa, que está á la vista de Inox y Guebro y de otros lugares cercanos, poniendo á la turquesca las entenas y tendalotes, en Almería se tocaría á rebato de la mar, dando luego fama de ser el socorro que venia de Argel con armas y gente á los moros del reino de Granada.

 

Hecho este concierto, las galeras se pusieron al instante á la turquesca, lo cual se reduce á llevar las entenas muy bajas, y en las puntas de ellas unas banderillas blancas y azules con medias lunas pintadas; ardides propios de soldados corsarios. Las galeras parecieron dos días por aquellas playas, se tocó con gran prisa á rebato en Almería, y se echó la voz de que era de turcos aquella armada, y que venia á traer socorro á los moros granadinos, con cuyo motivo todos los que se hallaban avecindados en aquellos lugares de la costa, especialmente los de Guebro, Torrillas y Dalias se juntaron en Inox, porque estaba mas á la mano, para que las galeras llegasen allí; y cuando en muestra de su regocijo comenzaron á hacer gran fiesta de zambras y bailes á su usanza, el escuadrón cristiano, que no fue perezoso para asir la ocasión por el copete, dio de improviso en la descuidada gente morisca apellidando Santiago, y comenzó á descargar en ella su arcabucería con tanto estrépito, que parecía hundirse el mundo. Dándose este asalto de noche y cogiendo á los moros dormidos, cuando se levantaron y vieron encima de ellos tanta gente y tan bien armada, llenos de un pánico terror comenzaron á huir para la sierra; en pos de ellos iban las moras, habiendo cada una tomado lo que mas estimaba, como oro, plata, aljófar, ropas de seda y otras cosas ricas.

 

Al romper el día las galeras parecieron por ardid en la mar muy cerca de tierra ; y para que el golpe se diera á medida de su deseo, comenzaron á tocar añafiles á la usanza mora, habiéndolo mandado así los capitanes. Los moros de Inox, viendo las galeras tan cercanas y oyendo el sonido de los añafiles, pensaron que se acercaban para ofrecerles su amparo y recogerlos, por lo cual todos los que huían se alargaron á la playa del mar.

 

Los de las galeras, al ver cumplido su intento y que el dado les pintaba tan bien, echaron al punto los esquifes, y pusieron en ellos soldados y remeros vestidos á lo moro. Los moros y las moras que acudían dando gritos y huyendo de los cristianos que los perseguían, en llegando á la orilla del mar se metían á toda prisa en los esquifes, los cuales luego que se llenaban pasaban á dejar la carga en las galeras y volvían por más, de esta suerte se cogieron gran cantidad de moros y moras, sin que advirtieran el engaño.

 

Las galeras disparaban muchos tiros, al parecer contra los cristianos, y estos desde la tierra correspondían con las mismas apariencias de furor; pero como en los cañones y arcabuces no ponían mas munición que la pólvora, todo aquel estrépito se redujo á un simulacro, que sirvió de armadijo para mantener el mayor tiempo posible en su engaño á los moros; de manera que cuando llegaron á reconocerle, ya habían caído en el lazo muchos, y de las moras especialmente quedaban muy pocas por embarcar.

 

Un turco desde las mismas galeras se lo dijo en arábigo, y al instante muchos de los que estaban ya en ellas se arrojaron á la mar, y como la tierra estaba cerca salían á la playa dando grandes voces y advirtiendo á los demás en la misma algarabía : « Adonde vais, exclamaban, desdichados de vosotros, que os engañan, volved, volved pronto á la sierra, y no os acerquéis á la mar. » Los que estaban todavía en tierra, oyendo el grito, y viendo á los compañeros que salían mojados y tomaban la fuga, los siguieron sin detenerse, y de este modo se salvaron muchos por la sierra.

 

Los soldados, luego que conocieron que su ardid se había descubierto, y estaban ya desengañados los moriscos, dieron el alcance á los que huían, y cogieron á cuantos pudieron, cautivando á las moras que quedaban en tierra, y de las cuales no escaparon seis. Las galeras, habiendo observado que no podrían ya embarcar mas gente, recogieron los esquifes, y se hicieron á lo largo de la mar con su ópima carga.

 

Luego los cristianos tornaron Inox y le saquearon, sacando de allí grandes despojos de ropas y sedas, hecho lo cual se volvieron á Almería. ¿Quién pudiera explicar el llanto miserable que resonaba por todas las galeras de aquellas engañadas moras? Daba gran compasión oír sus alaridos despidiéndose de sus tierras, y no pudiendo apartar los ojos de las altas sierras de Inox : su clamor y el de los niños era tanto, que no se podía oír el pito del comitre, y así llegaron á Almería, donde se repartió toda la presa, y las galeras, cogida la parte que les tocó, tomaron la vuelta de levante. Cuando estas llegaron á Cartagena, vendieron gran número de los moros y moras que llevaban; lo mismo hicieron en Mallorca, y por los demás puertos adonde arribaban, hasta Nápoles donde despacharon el resto de la presa.

 

He aquí la suerte desventurada de los moriscos de Inox y de aquellos lugares comarcanos.

 

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La expulsión de los Moriscos, dio al traste con la producción de seda, dada la inexperiencia de los repobladores y las bajadas de precios en los mercados murcianos, lo que llevó al abandono paulatino del cultivo del moral, principal alimento de los gusanos de seda.

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